"Canto de mi alma, se me ha muerto la voz,
muere, sin ser cantada, como las lágrimas no derramadas
se secan y mueren en
la perdida Carcosa."

miércoles, 17 de febrero de 2010

¡Maldición!

Ebrio como nunca y vomitando como siempre, Jacob avanzó por las calles de la Capital camino de su casa, maldiciendo cada símbolo de autoridad. Una comisaría, una escuela...Maldecía en voz alta. Como buen antisistema, maldecía con el dedo corazón levantado, y la cabeza levemente agachada encuadrándolo, con un gesto similar al de un director de cine, para que forme una perpendicular con el objetivo de su maldición.

Malditos, malditos, malditos. Todos.

Con espasmos etílicos y acercándose a las paredes para susurrarles, llegó a su portal. Una vez dentro, se sentó a buscar las llaves, mientras un resplandor dorado lo hacía despertar del ensimismamiento que producía en él una de las losetas rojas del suelo.

Maldita mancha dorada, no llegó a verla.

Maldijo un tiempo su incapacidad para parar el tiempo, y así poder observar la luz amarillenta que había pasado frente a su puerta.

Malditas leyes físicas. También ellas forman parte del sistema. Al final todo es parte del sistema.

Embriagado como iba, comenzó a divagar, imaginándose a unos entes, esas malditas leyes físicas, con la F de Fascista en su etiqueta, gobernando incluso por encima de esos gobiernos a los que tanto daño había hecho, mediante acciones de guerrilla urbana, volcando contenedores o peleando con jóvenes fascistas de su edad.


Tras maldecir las escaleras por las que subía a su cuarto y abrir la condenada puerta, se sentó frente a su ordenador (un maldito capricho lo puede tener cualquiera), y buscó en Google. No buscaba nada en concreto, solo nuevos conceptos que maldecir. Tecleó Política, Televisión, Religión.


Religión. Aquí se detuvo. Se había cagado en Mahoma, en Dios, en Alá, en Buda, en Raphael. Bueno, no en Raphael. Pero sí en Jesucristo Superstar.


Wikipedia: Religión.


Se sabía la página de memoria. Al menos la página de hace tres meses. Ojeó, arriba y abajo, para ver los cambios que habían añadido los internautas. Mientras tanto, maldijo un rato su nombre bíblico. Pero a pie de página, ¡Maldición!, había un hipervínculo, subrayado y en azul, que nunca había visto. Le llevó directo al mundo de la información sobre las sectas y religiones extravagantes.


Mmh. Nuevo material al que maldecir. Ahí estaban el monstruo del espagueti volador, Cthulhu, el unicornio rosa... Se acarició su cresta mientras recitaba su oración particular:


- ¡Me cago en Mahoma, en Dios, en Alá, en Buda, en Jesucristo Superstar...!

Y prosiguió con las nuevas incorporaciones:

-¡...en el espagueti volador, en Cth..Cthh....en Unicornio rosa, y en la divina nube de penes voladores!

Un zumbido atravesó sus oídos, y se dio la vuelta. En su habitación ya no había nada. No se VEÍA nada. Todo estaba cubierto por una inmensa e informe masa de símbolos fálicos. Al menos creía que eran símbolos fálicos, pues era tal su número y la velocidad a la que giraban en torno a un invisible eje gravitatorio que no acertaba a enfocar ninguno. Una gutural voz, cien fálicas voces anunciaron:

-La cagaste, chaval.

Y con su última maldición, Jacob dejó este cochino mundo.

1 comentario:

  1. Muahaha! Este ya lo había leído, y el del autobús también. Pero siguen siendo graciosos.

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